martes, 19 de diciembre de 2017

CRÍTICA BREVE: "DUNKERQUE"




Jamás había sentido tanto sobrecogimiento y tensión en una película bélica como lo sentí ayer en mi butaca, absorbido y aterrado con el sonido de esos asesinos Stukas cayendo del cielo tan violentos y mecánicos para lanzar su carga mortal sobre los miles de soldados que esperaban inconscientes y derrotados sobre las frías, espumosas y grises playas de Dunkerque.

La realidad de cada escena y cada sonido, el ritmo trepidante y desgarrador de su banda sonora y unos personajes a los que no les hace falta hablar para expresarlo todo, hacen de la entrada de Nolan en el drama de la Segunda Guerra Mundial una obra maestra de esas que siempre esperamos ver los amantes del cine y tan pocas veces se encuentran.

Cada fotograma es preciso, cuenta algo que nos sobrecoge y que nos hace sentir el aislamiento, la parálisis y el encierro que debieron sentir esos soldados derrotados por el avance imparable del ejército alemán sobre Europa occidental.

La playa de Dunkerque se convierte en símbolo de la capacidad británica de sobreponerse y mantenerse fría y matemática ante la adversidad y la derrota. Soldados hundidos y humillados en el campo de batalla que se convierten en héroes para los suyos y para el mundo por el mero hecho de sobrevivir y dar una oportunidad más a su nación antes de sucumbir al terror eficiente de la Whermacht. Y es que el "milagro de Dunkerque" fue debido a la naturaleza y sentido del deber de los ciudadanos británicos, que con sus embarcaciones de pesca y recreo cruzaron el canal para convertirse en las únicas y socorridas lanchas de escape del cuerpo expedicionario británico en Francia. La Armada y la fuerza aérea se mantuvieron en la isla a la espera de una invasión alemana que, finalmente, nunca se produjo. El por qué los alemanes no aniquilaron a franceses y británicos en esas playas sigue siendo un misterio en el que Nolan no repara.

Su mirada, maestra, está dedicada a los héroes británicos de Dunkerque.

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