martes, 19 de diciembre de 2017

CRÍTICA BREVE: LA LIGA DE LA JUSTICIA





Viajamos un lustro atrás en el tiempo para asistir a un intento de copia de los Vengadores en una versión casi oscura, casi cómica, casi épica, casi mitológica, sin alma y mucha improvisación entre líneas, que mira demasiado al espectador buscando su aprobación en un ejercicio de desconfianza cinematográfica presente en cada escena.

El alma insegura y eclipsada de DC se siente hasta en el último fotograma en esta nueva cinta, presentando escenas, situaciones y chascarrillos que ya vimos hace años en el universo creado por Marvel para el cine y para sus superhéroes con una resolución y frescura infinitamente mejores.

La Liga de la Justicia no termina de meterte de lleno en ese mundo de héroes y dioses, de villanos medio dioses y medio alienígenas. El universo cinematográfico de DC carece de espíritu, de liderazgo y hasta de sentido. Quieren contar tanto, sorprender tanto y gustar tanto, que acaban no haciendo ninguna de las tres cosas.

La película presenta con un trasfondo algo vago pero suficiente a sus nuevos héroes -sigo sin saber qué leches pinta Batman con esa cuadrilla de semidioses- y a su temible enemigo, un ser malvado a caballo entre un villano de los Power Rangers y los orcos pálidos de Jackson en "El Hobbit".

La trama que da origen a los eventos de la película resulta ser otra canción que ya hemos oído demasiadas veces y mejor interpretada: una extraña combinación estética y narrativa de las Gemas del Infinito y del Anillo Único de Tolkien.

La Liga de la Justicia tiene una introducción, y un final. DC se está acostumbrando a crear películas sin desarrollo, porque no saben que desarrollar, y se nota. En todo. La intervención de Joss Whedon no hace más que remarcar que el producto que nos están vendiendo ya ha caducado. Es insuficiente para el ritmo narrativo y la calidad general que se espera hoy de una obra de este género.

DC debería dejar a sus semidioses -quizá quedarse con Wonder Woman, la única solvente y creíble- y volver a las calles, a los policías y a las tramas oscuras de pequeños delincuentes y terroristas a los que los murciélagos puedan cazar.

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